Cuando Suzuki era joven estudió filosofía Zen. Su maestro que era muy famoso en Japón, fue su tio. A través de él aprendió el valor de la calma interior y su uso en la enseñanza, sobre todo si de lo que se trata es de educar a niños pequeños. Mas tarde en Alemania se convirtó al cristianismo e intentó conjugar lo mejor de las dos filosofias en su vida personal. Una de las cosas que causó mayor sorpresa cuando profesores americanos fueron a Japón en 1967 fue la gran concentración que tenian los niños pequeños. ¿Cómo era posible esto?. Suzuki respondia “concentrate en un punto” A continuación se muestra un estracto del libro “mente zen, mente de principiante” del maestro zen Shunryu Suzuki.
EL ESFUERZO CORRECTO. Cuando la práctica es buena, quizás pueda uno sentirse orgulloso de ello. Lo que se hace es bueno, pero entonces se le ha añadido algo. El orgullo sobra. El esfuerzo correcto es deshacerse de lo que está demás. La cuestión más importante de nuestra práctica es realizar el esfuerzo necesario, correcto o perfecto. Lo necesario es el esfuerzo correcto en la dirección correcta. Cuando el esfuerzo se encamina en dirección errónea, especialmente si uno no se da cuenta de ello, es un esfuerzo equivocado. El esfuerzo de la práctica debe ir encaminado del logro al no logro. En general, cuando uno hace algo, busca el logro de algo, se interesa uno en algún resultado. La práctica dirigida del logro al no logro tiende a deshacerse de los resultados innecesarios y malos del esfuerzo. Cuando se hace algo con ánimo de no logro, esto encierra una buena calidad. Entonces basta simplemente con hacer algo sin ningún esfuerzo en particular. Cuando se hace un esfuerzo especial para lograr algo, esto involucra cierto carácter de exceso, cierto elemento adicional. Hay que deshacerse de lo excesivo. Cuando la práctica es buena, quizás pueda uno sentirse orgulloso de ello. Lo que se hace es bueno, pero entonces se le ha añadido algo. El orgullo sobra. Lo correcto es deshacerse de lo que está demás. Esta es una cuestión de suma importancia, pero por lo general no somos lo bastante sutiles, no nos damos cuenta y tornamos una dirección errónea. Como todos estamos haciendo lo mismo, cometiendo el mismo error, no nos damos cuenta de ello, lo cual nos conduce a cometer muchos otros errores inadvertidos. Y surgen problemas entre nosotros mismos. Esta clase de esfuerzo mal encaminado suele calificarse de "impulsado por el Dharma" o de "motivado por la práctica". Uno está dominado por cierta idea de práctica o de logro y no puede librarse de ella. Cuando a uno lo domina cualquier idea dualista, ello indica que la práctica no es pura. Al hablar de pureza no significamos la necesidad de pulir algo, de tratar de purificar alguna cosa impura. Pureza para nosotros es la de las cosas tal como son. Cuando se añade algo, el conjunto es impuro. Lo que se vuelve dual no es puro. Cuando se piensa que se obtendrá algo de la práctica del zazén, eso es ya de por sí una práctica impura. Está bien decir que hay práctica y que hay iluminación, pero no debemos quedar aferrados por esa afirmación. Ella no debe macularnos. Cuando se practica el zazén, simplemente se practica el zazén. Cuando nos llega la iluminación, simplemente nos llega. No debemos apegarnos a su logro. La verdadera calidad del zazén está siempre presente, aunque uno no se dé cuenta. Por lo tanto, hay que olvidarse completamente de lo que uno piensa haber logrado con él. Simplemente, hay que practicarlo. La calidad del zazén se expresará de por sí. Y es entonces cuando se logra. Hay quien pregunta qué se entiende por practicar el zazén sin ninguna idea de logro o provecho, y qué clase de esfuerzo es necesario para esa práctica. La respuesta es: el esfuerzo necesario para descartar lo que está de sobra en nuestra práctica. Cuando surge alguna idea sobrante, hay que tratar de suprimirla y mantenerse dentro de la práctica pura. Este es el punto al que va dirigido nuestro esfuerzo. Decimos: "Oír el sonido de una mano que aplaude." Naturalmente, el sonido del aplauso se produce con dos manos y se supone que aplaudir con una sola mano no produce ningún sonido en absoluto. Pero en realidad una mano es sonido. Aunque uno no lo oiga, hay sonido. Cuando se aplaude con dos manos se oye el sonido. Mas si el sonido no existiera ya antes de aplaudir, no se podría producir. Antes de producirlo ya hay sonido. Como hay sonido es posible producirlo y se puede oír. El sonido está en todas partes. Basta con practicarlo y hay sonido. No se debe tratar de escucharlo. Aun cuando no se escuche el sonido está en todas partes. Porque se trata de oírlo, a veces hay sonido y otras veces no lo hay. ¿Comprenden? Aunque no se haga nada, se tiene siempre la calidad del zazén. Pero si uno trata de buscarla, si trata de examinar su calidad, ya no se tiene. Uno vive en este mundo como individuo, pero antes de tomar la forma de ser humano uno ya está allí, siempre se está allí. Siempre estamos aquí. ¿Me comprenden? Se cree que uno antes de nacer no estaba aquí. Pero ¿cómo sería posible que uno apareciera en este mundo si no existiera antes? Uno puede aparecer en este mundo porque ya está aquí. Asimismo, no es posible que algo que no existe pueda desaparecer. Como hay algo allí, hay algo que puede desaparecer. Quizás se piense que cuando uno muere desaparece, ya no existe más. Pero aunque desaparezca, algo que existe no puede ser inexistente. Eso es magia. Nosotros no podemos hacer nada mágico en este mundo. El mundo es su propia magia. Cuando estamos mirando algo, eso puede desaparecer de nuestra vista, pero si no tratamos de verlo, no puede desaparecer. Porque uno está mirándolo, ese algo puede desaparecer, pero si nadie está mirándola, ¿cómo es posible que cualquier cosa desaparezca? Si alguien nos está mirando, uno puede escapársele, pero cuando nadie está mirando, no es posible perderse de vista a sí mismo. Por lo tanto, hay que tratar de no ver algo en particular; hay que tratar de no lograr nada especial. Uno ya lo tiene todo en su propia calidad pura. Cuando se llega a comprender este hecho fundamental, no hay nada que temer. Tal vez haya alguna dificultad, por supuesto, pero no hay terror. Cuando uno tropieza con alguna dificultad sin darse cuenta de ella, ésa es una verdadera dificultad. Uno podrá dar la impresión de estar muy seguro y tal vez hasta piense que está haciendo un gran esfuerzo en dirección acertada, pero, sin saberlo, lo que hace proviene del temor que siente. Algo se puede desvanecer para nosotros. Mas cuando el esfuerzo va dirigido en la dirección correcta, entonces no hay terror de perder nada. Aunque se vaya en dirección equivocada, si uno está consciente de ello, no se engañará. No hay nada que perder. Sólo hay la calidad constante y pura de la práctica correcta.